Cuando hay que dedicarle tiempo al estudio, cualquier otro plan parece mejor, más deseable, mirar por la ventana, sacar al perro, ayudar a tu madre con las tareas, el vuelo de la mosca de la venta de enfrente… Y antes de darnos cuenta son las 9 de la noche y no hemos hecho ni la mitad de lo que teníamos planeado. Ese es el momento en el que juramos y perjuramos cual Escarlata O´hara que jamás lo volveremos a dejar para el último día. Realmente lo que hemos perdido ha sido nuestro bien más preciado: el tiempo
Efectivamente hay actividades, pensamientos que restan tiempo y energía que podríamos y deberíamos dedicar a nuestro objetivo: ¡estudiar mucho y bien!
1. Mala organización
A la hora de estudiar, es imprescindible organizar el tiempo, el lugar y la forma en la que vamos a estudiar. Solemos tener ganas de empezar cuanto antes(o cuanto más tarde), no nos importa estudiar un día en la habitación y otro en la biblioteca, o leer y subrayar sobre la marcha.
2. Interrupciones
Todo un clásico, que levante la mano quien esté libre de llamadas, visitas por sorpresa para preguntarnos o pedirnos cualquier cosa, etc. Da igual cómo sea el «asalto», prepárate para contrarrestarlo, silencia el teléfono (o mejor apágalo), informa a familiares y amigos que estas estudiando y que agradecerías que no te interrumpiesen. Entrena tu asertividad y prioriza lo que tienes que hacer.
3. “Luego lo hago”
Me remitiré a nuestro maravilloso refranero español. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
4. Distracciones
Evita todo tipo de distracciones y si las pelusas frente a tus ojos repentinamente se han vuelto interesantes, te pones una gomilla en la muñeca y la mínima distracción zasca! así haces que tu cerebro se acostumbre a estar completamente concentrado y con el tiempo te costará mucho más distraerte, ganando calidad de estudio.
5. Perfeccionismo
Es igualmente nocivo ser demasiado autoexigente y no avanzar por pasar a limpio tres veces el mismo resumen o culpabilizarnos por no haber sacado la nota que esperábamos. Hay que tratarse bien y dejarse fluir sin perder la dosis de exigencia. Ya se sabe, buscando siempre el equilibrio!
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¡Ánimo Doctrinianos!